Marcos León
La autonomía progresiva no protege: separa, expone y destruye
1. La trampa que destruye sociedades: la autonomía progresiva
Una Trampa es un mecanismo, acción o estrategia diseñada para atraer a un objetivo mediante un estímulo tentador, placentero o engañosamente inofensivo, con el propósito de capturarlo, someterlo o perjudicarlo una vez que ha caído en ella.
Hablamos de una trampa con todas las letras, pues bajo ese discurso legítimo de derechos, se introduce la llamada “autonomía progresiva”: un concepto que va en contra de nuestras leyes, pero que se usa para justificar que niños y adolescentes decidan solos (sin que sepan sus padres o tutores) cuestiones graves de su vida.
En la práctica significa:
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Que adolescentes pueden recibir anticonceptivos sin que sus padres lo sepan.
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Que el Estado y las ONG internacionales se colocan por encima de los padres.
2. La violación de la patria potestad
La patria potestad no es un privilegio de los padres, es un deber y un derecho natural de cuidar, proteger y educar a sus hijos.
Cuando la autonomía progresiva se aplica, ese vínculo se rompe.
El niño queda expuesto a decisiones adultas sin tener la madurez necesaria, y los padres quedan despojados de su rol de custodios.
3. El daño en los niños
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Se les expone a tomar decisiones para las que no tienen criterio suficiente.
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Se los aparta de la contención familiar, dejándolos solos frente a instituciones impersonales.
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Se vuelve más fácil que adultos malintencionados los manipulen, porque ya no tienen la barrera protectora de sus padres.
En lugar de empoderarlos, la autonomía progresiva los debilita.
4. El daño en los médicos y profesionales de la salud
La trampa también los alcanza a ellos:
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Un médico que atiende a un menor sin el conocimiento de los padres queda en una zona gris legal.
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Si la familia descubre que se le dio un tratamiento oculto a su hijo, ¿quién asume la responsabilidad?
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Así, los profesionales de la salud quedan entre la espada y la pared: o siguen protocolos impuestos desde afuera, o cumplen con la ley y la ética médica que los obliga a proteger al menor con el acompañamiento de su familia.
La autonomía progresiva convierte al médico en ejecutor de políticas externas, y no en cuidador de la salud integral del niño.
5. Del niño a la familia… y de la familia a la sociedad
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Un niño que crece desconectado de la guía de sus padres es un niño herido.
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Una familia a la que se le arrebata su rol educativo es una familia fracturada.
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Y una sociedad que normaliza esto es una sociedad podrida desde adentro.
Si se daña al niño, se daña la familia.
Si se daña la familia, se descompone la nación.
6. La verdad que incomoda
La llamada “autonomía progresiva” no es progreso: es desamparo institucionalizado.
No protege al niño: lo expone.
No fortalece a los médicos: los compromete.
No libera a la familia: las desarma.
7. Lo que SÍ queremos
Es bueno y necesario que nuestros niños y adolescentes aprendan a conocer sus derechos, que nadie puede abusar de ellos, engañarlos ni vulnerar su dignidad, y por su puesto, que entiendan que su voz cuenta, que su vida vale y que tienen derecho a ser respetados.
Eso es lo que toda sociedad sana debe enseñar y garantizar.
Por eso denunciamos esta trampa silenciosa.
Porque defender la patria potestad es defender al niño, a la familia y al país.
📖 Todo esto lo desarrollamos a fondo en Autonomía Progresiva: El Desmantelamiento Silencioso del Marco Legal en Paraguay.
Un libro escrito para incomodar, para despertar y para proteger lo que más vale: nuestros hijos, nuestras familias, nuestro futuro.